¡A vencer las sombras!
La Plaza Bolívar de mi amada ciudad capital: un lugar público y emblemático, en otrora escenario de retretas y fiestas, en mi infancia un lugar para jugar. Hermoso emblema de la historia venezolana y latinoamericana, escenario de debates y disputas, tierra fértil para la siembra del futuro, actor y espectador de nuestra independencia y de la lucha por la democracia. Democracia que con fuerza intentamos aferrar, pero que parece escaparse por entre los dedos.
Hoy el oficialismo me expulsó de la insigne Plaza Bolívar de Caracas. ¿El motivo? Si a profundo vamos, podría atribuírsele a la satanización que, apoyada en alimentar un resentimiento social insaciable, el Presidente de la República (si es que queda república...) hace a cualquiera que difiere de su pensamiento.
Si a lo circunstancial vamos: venía con dos amigos de una marcha. Yo cargaba un silbato al cuello; mis amigos: uno una gorra negra con el logo de RCTV y el otro una bandera tricolor sobre el bolso. He de decir que todo esto me traía sin cuidado: ignoraba por completo que podíamos ser blanco del excomulgo bolivariano (haciendo referencia a histórico lugar, puesto que con ese "bolivarianismo" muy pocas veces he comulgado).
La verdad jamás pense verme en peligro por transitar en la Plaza Bolivar de mi ciudad con una bandera encima. Pero así sucedió... apenas pisamos la esquina de Torres unos Policaracas se nos acercaron y nosotros les atendimos bastante desconfiados. Nos dijeron como a manera de advertencia que no pasásemos por ahí.
Momentos antes uno de mis acompañantes había metido su bandera en el bolso, y recuerdo haberle reprochado "¿Qué te pasa? ¿Quién dice que no puedes pasar por tu Plaza Bolívar con la bandera de Venezuela?" pareció haber él advertido lo que mi ingenuidad y credulidad en una tolerancia inexistente no pudo.
No entendía yo entonces la advertencia de los policias motorizados, hasta que un hombre dió un gritó que se pudo haber escuchado en Padre Sierra: "¡GOLPISTAS!" y enseguida una horda de franelas rojas salió al encuentro. Yo me volteé y ni mire, lo único que llegue a ver fue a los policias en sus motos tratar de frenar a aquellas personas.
Nos devolvimos a paso apresurado los tres, temblando del susto mientras nos gritaban: "¡ALLÁ VAN LOS GOLPISTAS! ¡AGÁRRENLOS!, ¡FUERA DE AQUÍ!". Decían improperios, nos gritaban, se reian, nos insultaban y seguían riendo...
Yo hice caso omiso, me hice el sordo: preferí no escuchar... Caminé a Madrices incrédulo de lo que acababa de suceder... esa calle la conozco muy bien, forma parte de mi historia, y aún se me hace imposible creer que lo que para mi siempre fue tan familiar se me haya arrebatado.
No puedo entender el odio de esa gente o por qué intentaron atacar. No puedo creer que no pude pasar por mi Plaza Bolívar por tener una bandera de la patria... No puedo entender hacia donde va encaminado este país donde el cinismo del gobernante siembra odio y alimenta resentimientos mientras otros pocos intentamos (muchas veces en vano) hacer entrar en razón; y no la "razón" ideológica, sino, mas humildemente, una inevitable claúsula de la convivencia humana: hay que tolerarse.
Sólo puedo sentir pena por aquella gente y pensar que si lucho, también lucho por ellos. Lo único que me da aliento es el grito siempre esperanzador de aquella insigne Alma Mater, la que forjase la historía de este país desde 1928: "Universidad Central de Venezuela: La casa que vence las sombras...".
Habremos los universitarios de vencer entonces las sombras que se ciernen sobre este pueblo. Las sombras de la intolerancia, del odio y la violencia. Las sombras de la represión.
Etiquetas: reflexiones, venezuela