No creo en casualidades
Definitivamente, no soy de los que creen en eso de que el destino está escrito, que ya todo estuvo planeado y tu único motivo del ser es seguir una línea, un carril definido, un patrón que ya estaba establecido: seguir una lista, prácticamente ordinal, sobre la que no tienes ningún control, sobre la que no hiciste ningún trazo: Vivir para mí implica mucho mas que la simple condición del estar: implica la condición del ser.
Es algo que, para empezar, agradezco a mi idioma. En mucha medida nuestro mundo está condicionado por la lengua, y nosotros, los hispano parlantes, tenemos esta ventaja, la de poder diferenciar el "ser" del "estar".
¿Por qué no sólo la condición de estar, sino la del ser? Simple, porque creo que no habremos realmente vivido, hasta que nos demos cuenta de que en este mundo somos y no simplemente estamos. Porque es justo y necesario de que seamos sujetos y no tan sólo objetos de todo lo que pasa a nuestro alrededor. Porque quiero creer que la felicidad es un ser, no un estar; quiero creer que nuestra felicidad no es tan sólo un objetivo: es un medio de vida.
¿A que viene el destino en todo esto? A que creo, precisamente, que él será resultado de nuestro ser, mas no será inexorable regla de un estar ya de por sí anticipado y definido. No es que no exista un destino, no, es que creo que a cada momento estamos escribiéndonos uno. No con los pasos del presente -a los que podemos volver la vista y leer-, sino con los trazos de tinta del futuro, que no podremos descifrar hasta que estemos justo encima de ellos, encontrándonos sorpresivamente que se superponen con nuestros pasos. "La vida te da sorpresas".
Cada cosa que decimos, cada paso que damos, cada decisión que tomamos, cada actitud que forjamos, cada hábito que criamos, cada una y hasta la última fibra de nuestro ser, nos hace quienes somos -claro está-. Pero no se limita a tan solo eso, nuestras mismas fibras, nuestra misma esencia, escribe lo que de ahora en adelante seremos, escribe nuestro futuro: forja nuestro destino.
Ahora pienso -sí, ahora no antes- que la manera como nos definimos, la manera -precisamente- del ser de cada uno de nosotros, nos llevará tarde o temprano a lo que -y quizás hasta a quien- debe ser nuestro destino.
Ya me lo decía Simón, una y otra vez, catorce veces me lo dijo y más de catorce veces lo ignoré: "Cada quien tiene los amigos que se merece". Ahora entiendo que él no se refería a la mera actitud de las personas, al mero cliché de que "la maldad no llevará a otra cosa que al fracaso", no, él siempre ha ido más allá.
Es nuestra actitud, es lo que somos, es -repito- cada fibra de nosotros, lo que nos lleva a unas personas... y nos aleja de otras. Ahora, sólo ahora, pienso que cada quien, eventualmente, conocerá a quienes debe conocer, precisamente porque su ser lo llevará hacia donde tiene que ir.
A esto se refería Simón. Cuando uno realmente es -y no sólo está-, será cuestión de tiempo el cruce de su camino con otras personas de destinos similares, y sus destinos serán similares, precisamente porque sus fibras se asemejan a las tuyas, porque se comparten intereses comunes, se comparten maneras de pensar, se comparten maneras de ver la vida, de vivir y dejar vivir. Porque en el fondo, muy en el fondo, hasta los sueños se asemejan. Este es el verdadero sentido de la amistad, y sólo de ella desprenderá el verdadero amor.
En estas palabras reposo mis esperanzas. Pobre de aquel que no sea en su vida, que no haga mas sino seguir patrones del estar, desdichado aquel porque solo estará por un momento, y pasará de largo. Todos tenemos la oportunidad de ser, de alcanzar ese estado de ser sujeto y no objeto; se nos da tal oportunidad, lástima que no todos la veamos.
Yo mientras tanto en esto pongo mi fe. Tendré fe en que mi vida seguirá su destino, un destino que yo siendo lo que soy, y quien soy, seguiré forjando con cada parte de mi ser. Un destino que me llevará a cruzar caminos como ya lo ha hecho tantas veces, y tantas veces me ha demostrado que no existen casualidades, que lo que hay realmente son causalidades, causadas -valga la redundancia- por mas nadie que por mí, porque al fin y al cabo -y aunque yo soy gracias a Dios- siempre tuve en mis manos la última palabra, la oportunidad de decir "no", la oportunidad de aceptar.
Yo mientras tanto, me quedaré aquí agradeciendo. Agradecido de que estoy feliz con lo que soy, con quien soy. Agradeciendo que mi destino, finalmente se haya cruzado con quienes ha debido cruzarse. Agradeciendo que finalmente me he dado cuenta de que lo que es, es porque así ha tenido que ser, porque así yo lo he decido, con mis actos, con mi ser.
Aquí estaré yo, dando gracias por haberlos conocido.